viernes, 14 de marzo de 2014

Transiberiano 7 (2013) Mongolia, estepas, rebaños y gers

Grupo nómadas con varios gers. C.M. Aguilar Gómez.
Tras los días junto al Baikal, y con los visados de Mongolia ya listos, tomamos de nuevo el tren en Irkutsk y nos dirigimos a Ulaanbaatar. En día y medio dejamos atrás los bosques siberianos y nos sumergimos en las inmensas estepas de Asia. Y al cambiar de país también el tren cambió de nombre, ahora era el transmongoliano. En Ulaanbaatar nos esperaban una guía y un conductor locales para recorren la parte central de Mongolia en furgoneta. Solo teníamos seis días antes de tomar el avión de vuelta a España, poco tiempo pero suficiente para visitar algunos de los lugares más accesibles del país.





Buitre negro Aegypius monachus. C.M. Aguilar Gómez.
Mongolia es enorme, un vasto país con montañas y bosques al norte, el gran desierto del Gobi al sur y muchos, muchos pastos que son la imagen de las estepas. Nada más salir de la capital empezamos a ver gers y rebaños de animales por todos los sitios. Una parte importante de la población mongola sigue viviendo de forma nómada moviéndose con sus animales de acuerdo al aprovechamiento de los pastos. Para ello viven en unas tiendas circulares, los gers, que montan y desmontan en poco tiempo. Hay en el país más cabezas de ganado que personas y eso es lo ves por doquier, caballos, ovejas, cabras y yaks. Un aprovechamiento ganadero que contribuye a la biodiversidad de las aves, como la presencia de buitres negros (Aegypius monachus) en las estepas.



Ordeñando yaks de mañana. César María Aguilar Gómez
Un recorrido por Mongolia supone desplazarte la mayor parte del tiempo por pistas y caminos de tierra. Las carreteras asfaltadas son escasas y solo existen unos cuantos ejes básicos que vertebran el país, el resto es directamente campo abierto y caminos. Apenas ves carteles que señalen las direcciones, hay pocas gasolineras que puedas identificar fácilmente y las pistas no son trazados claros. La mayoría de las veces circulábamos por rutas con varias rodadas en la misma dirección que, a veces discurrían paralelas, pero otras se distanciaban sin previo aviso. De ahí la ayuda que suponía llevar un vehículo con conductor. Incluso Tula, nuestro conductor mongol, se liaba de vez en cuando o daba algún rodeo extra para llegar a donde nos dirigíamos.



Pastor y grullas Antropoides virgo. C.M. Aguilar Gómez.
Una situación así ocurre en pocos países y parece debida a una combinación de varias causas. Por una parte está la baja densidad de población, su dispersión en el territorio y la condición nómada de la gente. Por otra están los pocos recursos con que cuenta el estado para costear unas infraestructuras caras y complicadas de mantener del desgaste del clima invernal. Sencillamente es mejor desplazarse a caballo, y eso es lo que llevan haciendo los mongoles desde hace siglos. Aunque, si el negocio del pastoreo nómada te va bien, puedes invertirlo en pequeñas placas solares para el ger, motocicletas o, con más ingresos, en vehículos todoterreno. Así lo vimos en muchas ocasiones.




Iratxe en el interior de un ger. C.M. Aguilar Gómez.
Para quién no disfrute de los paisajes y de la vida al aire libre, quizás Mongolia no tenga mucho que ofrecerle. No hay ciudades de gran interés o monumentos que visitar, solo naturaleza, paisajes y disfrutar conociendo la forma de vida nómada de los mongoles. Para alojarnos utilizamos a diario gers en distintos lugares. En ocasiones eran campamentos de gers en los sitios más frecuentados, en otros eran gers que alquilaban las propias familias a las que visitábamos. Hasta que uno no está dentro de una de esas estructuras móviles, no sabe lo acogedoras que pueden llegar a ser, con su calefacción en el centro y su aislamiento a base de capas de lana.

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