viernes, 15 de agosto de 2014

Transahara 3 (2013-14) Marruecos, El Aaiún-Mauritania

Salida de El Aaiun hacia Bojador. C.M. Aguilar Gómez.
A partir de la laguna de Najla comenzaron a aparecer las primeras dunas. La costa del Sáhara Occidental no es aún zona de grandes campos de dunas, los llamados erg, pero algunas se veían. Cuando estas lenguas de arena discurren paralelas a la carretera pueden ser un problema por su gran movilidad. Pero la ruta, hoy en día, está más transitada que hace unos años, en especial por camiones que acuden al puerto pesquero de Dakhla y, por ello, también mejor mantenida. Así, no nos encontramos ninguna duna obstaculizando la carretera como solía pasar hace algunos años. Aunque sí veíamos, de cuando en cuando, como la arena saltaba "peligrosamente" la carretera con el viento costero.



Bucanetes githagineus Foto: César María Aguilar Gómez.
Con nuestro plan de viaje “relámpago” no había mucho tiempo para ir parando a ver las aves que se cruzaban. Sin embargo, solo con atravesar y ver el paisaje desértico a mi alrededor ya merecía la pena el viaje. Todos los días dormíamos al aire libre, Raquel y Nines con un colchón dentro o fuera de la furgoneta y yo con una pequeña tienda fuera. Así, con las primeras luces del día, aprovechaba un ratillo antes de desayunar para ver los alrededores del lugar donde habíamos acampado. En el desierto puede ser que en esa pequeña muestra de terreno no veas apenas ningún ave, y así sucedía muchos días. Pero luego, durante el día y estando atento a la conducción, podía identificar algunas de las especies que nos cruzaban por delante. 



Parásita Cistanche phelypaea. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
Por el paisaje desértico veía pasar, entre otras especies, camachuelos trompeteros (Bucanetes githagineus), alondras ibis (Alaemon alaudipes) y collalbas negras de Brehm (Oenanthe leucopyga). De vez en cuando también golondrinas comunes invernantes en vuelo y tarros canelos (Tadorna ferruginea) en balsas. En los paseos matutinos lograba reconocer algunas de las plantas del paisaje, aunque no muchas ya que la austeridad propia de esas especies dificultaba su identificación. Pocas estaban florecidas, pero las que lo estaban al menos daban una pista para reconocerlas.






Varias especies de flora costera. César María Aguilar Gómez.
La más bonita y espectacular, sin lugar a dudas, fue la Cistanche phelypaea una planta parásita que ofrecía una llamativa pirámide de flores amarillas saliendo de la arena fina. Otra flor parásita menos vistosa y más rara, y que solo vi en Najla, fue Cynomorium coccineum. En cuanto a los matorrales la mayoría eran quenopodiáceas, probablemente del género Salsola, aunque me era complicado afinar más sin otras referencias de esa flora. En los suelos salinos de la costa, o en saladares superficiales, aparecía la uvilla de mar (Zigophyllum sp) con sus diminutas flores blancas y pequeños arbustillos de Frankenia sp. Pero para disfrutar sin la necesidad de devanarse la cabeza con discretas plantas o fugaces observaciones de aves, estaba también la diversidad de los paisajes geológicos.




Kitesurfing Bahía de Dakhla. César María Aguilar Gómez.
Dunas, saladares, acantilados, relieves erosionados por el viento y hasta masivos arrecifes de corales fósiles junto al mar. De todos aquellos paisajes me impactó la gran bahía de Dakhla, espectacular por sus dimensiones. En ella descansan, protegidas del oleaje del Atlántico, enormes extensiones de aguas marinas superficiales. El lugar se ha convertido en el paraíso de los caravaning, sobretodo franceses, que pasan allí buena parte del invierno disfrutando de la luz, el mar y el buen tiempo. También es la meca de los que practican el kitesurfing, ese deporte en el que se deslizan con una tabla sobre el mar arrastrados por cometas. Un toque de color en el desierto que me pilló por sorpresa.

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